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jueves, 1 de mayo de 2008

El caballo, las riendas y el yo


Leo esta sentencia de Platón

"El cuerpo humano es el carruaje; el yo, el hombre que lo conduce; el pensamiento son las riendas, y los sentimientos, los caballos."

y me viene a la memoria una conclusión científica de la que tuve noticia no hace mucho, aunque ahora no soy capaz de dar con la referencia. Al parecer, mediante experiencias de neurología llevadas a cabo mediante tomografía por resonancia magnética (MRT) y por emisión de positrones (PET), se había determinado que las acciones preceden a la toma de conciencia de las mismas. Esto significa que mi cerebro ---como sistema físico--- decide cruzar la calle movido por las mismas condiciones ambientales e internas que moverían a un autómata, y es después, aunque casi inmediatamente, que mi yo toma conciencia de la acción y, lo que es más chistoso, yo tengo la sensación de ser el que ha tomado, con mayor o menor sentido, la decisión de cruzar la calle.

Según esto, la imagen de Platón habría que cambiarla al modelo siguiente: yo voy montado sobre un caballo ---mi cerebro y el resto de mi organismo físico--- sobre el cual creo tener dominio, pues creo llevar las riendas. Pero realmente es el caballo el que, comportándose como un autómata físico (podemos suponer que se trata de un caballo de madera, construido como los autómatas que tan populares fueron en su tiempo) ante una bifurcación toma el camino de la derecha. En ese preciso instante en mi conciencia se produce un engaño, por el cual yo creo haber decidido la elección, cuando lo único que he sido es un espectador del curso de los acontecimientos.

¿A que no se les había ocurrido? A mí me parece una conclusión que, aparte de estar avalada por experimentos (cuya validez, no obstante, podría ser discutible), ofrece una vía para encauzar el problema del libre albedrío al ámbito del reduccionismo.

El advenimiento de la teoría cuántica en los años veinte del siglo pasado, y especialmente el enunciado por parte de Heisenberg del "principio de incertidumbre" representó una convulsión que no se redujo a la epistemología. En su "Biología cuántica" Pascual Jordan, científico alemán que había colaborado estrechamente con Max Born en el desarrollo de las aplicaciones de la cuántica a la química molecular, introduce la idea de que el libre albedrío ---en el sentido de negar que seamos autómatas deterministas--- podría explicarse si se admite que cambios infinitesimales en la química cerebral pudieran ser amplificadas por el aparato neuronal hasta abocar en decisiones impredecibles. Más que libre albedrío podría decirse que se trata de una defensa de lo impredecible de los comportamientos humanos.

Las ideas de Jordan son como hemos dicho de los años veinte. Los científicos que actualmente estudian las funciones de la mente están convencidos de que el cerebro es un sistema determinista, es decir que es un objeto del mundo macroscópico, en cuyo comportamiento no tienen ninguna repercusión las fluctuaciones propias del micromundo.

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